Entonces decidí que algún día sería libre para poder comprarme todos los juegos que me diese la gana. Después de la NES vinieron otras consolas y más o menos, tenía los juegos que quería. Los nuevos sistemas, abrieron una puerta a la piratería.
No fui ajeno a ello, y probé la opción de ser el amo de todos los juegos del mundo. Y entonces me di cuenta de la realidad. Dedicaba más tiempo a descargar juegos que a jugar, y al final, no jugaba a nada. Empezaba a tener el síndrome de Diógenes con las descargas.
Paralelamente, las tiendas especializadas empezaron a explotar el mercado de segunda mano y con recelo, lo probé. Las experiencia fue satisfactoria.
Actualmente soy un asiduo al mercado de segunda mano dónde encuentro buenos productos a precios justos. No es incompatible con comprarte una novedad y te permite rescatar aquella antigua licencia que en su día no compraste a un precio razonable.
Los juegos son caros en España, porque no tienen subvenciones como los libros o las películas, y tributan por un importe superior. Pero la piratería no es la solución. Hay alternativas, como los juegos de segunda mano.
